Friday, 25 February 2011

Alicante es un Loop

Alicante es un loop.

Un loop de caras, un loop de experiencias y sensaciones. Las buenas, por reiteración, pierden el brillo de las primeras veces; y las malas, por la misma razón, no te aguijonean con tanta eficacia como cuando te sorprendían desprevenido.
Odio Alicante.

Alicante no tiene historia, vive en el cambiante y efímero instante que marcan los caprichos de turistas y adinerados. El motor de este singular sistema, la mano ejecutora, son los mandatarios, que no aprecian diferencias entre política y banca.
Alicante toma drogas, y le pasan factura. No se acuerda de que fue el último bastión rojo que resistía ante la ineludible victoria de los malos, Franco por tierra, Mussolini por aire. No se acuerda de sus paisanos célebres, tampoco de sus héroes anónimos. Porque Alicante sólo tiene tres neuronas: una se acuerda de ir a Pachá, otra de ir a Penélope, y la otra es la reina del parking a las 10 de la mañana.

Alicante no apuesta, juega sobre seguro, por eso no avanza, por eso es un loop.

Pero el loop no es perfecto. Como el sampleado de un productor inexperto de música rap, al loop le sobran milésimas por delante, o le faltan por detrás. Como esos segundos que hay que ajustar cada año al puto reloj de la Puerta del Sol para que se ajuste a la órbita del planeta en torno a su estrella, tiene deficiencias.

Y ahí está la sorpresa.

De pronto, el indolente alicantino se ve cogido en cueros: por alguna obra de arte que no asemeja un montón de hierros oxidados, por la sonrisa de una chica espectacular, por un rincón de terreno que escapa a la vista de los especuladores, por una persona honesta sin nada que demostrar mediante el noble ejercicio del pavoneo.

Ayer busqué esa fisura. Hoy, lo mismo. Mañana buscaré el fallo en el loop.
Vivo en Alicante, y vivo en un loop.

Me encanta Alicante. 

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